Ivan viljos
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Negocio familiar que ha ido pasando de padres a hijos, todos ellos excelentes trabajadores de la madera. Torneados Suarez comenzó con el abuelo Rufino, después paso al hijo Ángel que aprendió el oficio de éste y lo continuo su nieto José Ángel. Padre e hijo compartieron taller durante muchos años, el padre dejo el torneado a mano para centrarse más en la carpintería y sobre todo en la ebanistería y talla, elaborando numerosas y preciosas piezas hasta que la edad se lo permitió.
José Ángel, se aventuró de joven a invertir en un torno copiador y arrancar prácticamente desde cero, pues su padre Ángel meramente conocía el torneado a golpe de gubia y no pudo ayudarle mucho con un torno tan moderno para la época.
Poco a poco, José Ángel, pelea tras pelea con el torno y las piezas que le iban encargando fue consiguiendo convertirse en un tornero único. Tras unos inicios en los que tuvo que repetir algunos trabajos, pues no quedaban a su gusto, paso a labrarse un reconocido prestigio en el mundo de torneado, llegándole encargos no solo de Asturias sino desde otros rincones de España. No había pieza o forma que se le resistiera, aunque tuviese que dedicarle días y días de trabajo, hacer varios croquis, plantillas y lo que fuese necesario. No cejaba hasta que lo conseguía, pues para él era un reto y con frecuencia decía que todo se podía hacer con un torno, que todo era cuestión de saber algo, echarle tiempo y tener mucha paciencia. Vaya que si la tenía, podía dejar algo un día y volver al siguiente sobre ello porque le había venido una nueva inspiración de cómo hacer aquello que antes se le había atravesado y así hasta que por fin lo conseguía.
Su meticulosidad, siempre fue un perfeccionista, en los trabajos realizados hacia que estos lucieran muy por encima de lo que podía realizar la competencia. No cejaba hasta que la pieza salía del torno impoluta y plenamente a su gusto, sin importar el tiempo que tuviese que dedicarle a ello y así fue atesorando unos conocimientos e ideas únicas en el mundo de la tornería. Para José Ángel, no era tan importante el dinero como un trabajo bien hecho. Esto último era lo que primaba por encima de todo y así fue como llego a ser el mejor taller de torneado de madera de Asturias.
No importaba que el cliente fuese un paisano que le llegase para encargarle una reja, o si era un trabajo para la basílica de Covadonga o la catedral de Oviedo (trabajos que realizo en bastantes ocasiones), aquello tenía que quedar perfecto y si no lo estaba la pieza terminaba en el montón de la leña y a comenzar de nuevo.
Los trabajos que le fui encargando durante años siempre fueron llevados a cabo sin ningún problema y ejecutados a la perfección. En ocasiones acudía antes de la hora que habíamos acordado para recoger el pedido, aprovechando para entablar amenas charlas sobre el mundo de la madera o cualquier otro tema, y así fue como nuestra amistad fue creciendo poco a poco. Eso sí, charlaba pero sin dejar de atender el torno que para él era lo más sagrado. Siempre tras terminar la jornada de trabajo procedía a una exhaustiva limpieza y metódica puesta a punto del torno y si algún día la maquina no había trabajado por cualquier circunstancia daba igual, él lo arrancaba y engrasaba igualmente del mismo modo que hacia tras terminar el trabajo diario. Así es como el torno, que ya tenía bastantes años, se conservaba en un estado de “salud” perfecto gracias a los mimos que José Ángel siempre le dispenso.
Con su marcha, el gremio de la madera perdió un gran profesional y todos a una gran persona.